El doctor Fernando Ruger Viarengo habla del colesterol, sus mitos y últimos avances

El término colesterol o grasas es un tema del que se habla mucho últimamente.

Desde los años 80 se ha realizado una condena social de las grasas, generando cierta lipofobia, al mismo tiempo que se realizaba un endiosamiento de los hidratos de carbono, que forman parte de la base de la pirámide nutricional, como los cereales, los panes, aunque sean integrales, las legumbres, las frutas y verduras.

En los últimos 15 años se han condenado al consumo de grasas, diciendo a la población que los valores de colesterol debían pasar de un máximo tolerable de 240, luego a 220 y ahora mismo menor de 200. Pero siempre se habla de colesterol total, un valor que, a día de hoy, es una información sin valor diagnóstico ni predictivo del riesgo aterogénico

Tampoco se utilizan ya el HDL y LDL como bueno o malo, sino que, hoy en día, se sabe el comportamiento de las lipoproteínas, las cuales son las proteínas de transporte de las moléculas de colesterol. Dependiendo el estado de ese colesterol, si son moléculas pequeñas o moléculas grandes y espumosas o si está o no está oxidado, será el riesgo vascular que generen. Este será el riesgo real de aterogenicidad que existirá en el paciente, siendo el mayor riesgo el de las células pequeñas y oxidadas. Actualmente, se puede medir con exámenes específicos en UMEBIR, donde llevan años enfocados en este estudio científico de consenso mundial sobre los lípidos.

Existen pacientes con 280 de colesterol sin riesgo aterogénico y otros con 180 con alto riesgo. De hecho, 7 de cada 10 pacientes infartados no tienen cifras de colesterol total elevado, por lo tanto, la cifra de colesterol total no es información científica de relevancia. A veces, esto se utiliza para vender lácteos pequeños que aseguran bajar el colesterol y estatinas a todos aquellos que entren en el parámetro de dislipemicos cuando pasan la barrera publicitaria de 200 de colesterol total.

El 99% de los pacientes en UMEBIR no consumen estatinas y sus riesgos aterogénicos están por debajo del riesgo poblacional medio. 

Esta misma condena se le realizó a un alimento por ser de valor proteico biológico de alta calidad y económico, como es el huevo, al cual se le asignó una serie de malas características nutricionales. Por ejemplo, que elevaban el colesterol, una afirmación completamente falsa, ya que el colesterol del plasma solo es influenciado por los alimentos en un 10% de su valor, siendo el 90 % restante por síntesis endógena. Por otro lado, la yema de huevo tiene lecitinas que mejoran sustancialmente el perfil lipídico.

Se debe comprender que los eventos vasculares se inician con lesiones del endotelio vascular, en general, debido a la glicación proteica producida por cifras elevadas de glucemia. Cuando estas microfisuras se generan, un fallo congénito de la especie humana como es la anascorbemia crónica “déficit crónico subletal de vitamina C” dificulta el pasaje de procolágeno a colágeno para efectuar una reparación de ese endotelio. En este caso, el colesterol de molécula pequeña y oxidado se encarga de parchear esa zona, este es el motivo por el que se encuentra colesterol en las placas, de la misma forma que se encuentran bomberos en los incendios, pero ellos no tienen la culpa del fuego.

Es por todo esto, que se debe realizar un estudio personalizado del riesgo y, basándose en ese estudio, realizar una estrategia terapéutica o preventiva personalizada con una dieta y suplementos adecuados.

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