Un año después de la irrupción de la Covid-19 y en plena “nueva normalidad”, la Fundación Adecco, con el apoyo de Keysight Technologies Spain, presenta el informe Tecnología y discapacidad, un análisis que, a lo largo de los 10 últimos años, ha profundizado en cómo la tecnología se está imponiendo como gran aliada para la inclusión social y laboral de las personas con discapacidad, en una sociedad eminentemente digitalizada.
Esta décima edición se presenta próxima al 15 de julio, Día Internacional de las Tecnologías Apropiadas, un término que hace referencia a los avances tecnológicos que contemplan la dimensión ética, cultural, social, económica y medioambiental en su planteamiento. El binomio tecnología y discapacidad encaja a la perfección en este marco, al ser las personas con discapacidad un target estratégico para un desarrollo tecnológico inclusivo, que no deje a nadie atrás, como reza la máxima de la Agenda 2030.
Este informe basa sus conclusiones en una encuesta a 700 personas con discapacidad, complementada con datos oficiales de contratación ofrecidos por el Servicio Público de Empleo Estatal.
El empleo de las personas con discapacidad en “la nueva normalidad”
Durante el año 2020 la contratación de personas con discapacidad se desplomó un 26%, fruto de las fuertes medidas distanciamiento de la Covid-19, que impactaron en actividades clave para la economía española. Este hundimiento puso fin a una tendencia alcista de 8 años consecutivos, en los que la contratación de personas con discapacidad había cogido velocidad de crucero.
En el año 2021 y, a raíz de la progresiva reactivación de sectores críticos como la hostelería o el turismo, la contratación de personas con discapacidad comienza a remontar. Si entre enero y mayo de 2020 firmaron 31 943 contratos, este año la cifra ha crecido un 29%, siendo el número de contrataciones de 41 252. Sin embargo, aún no se han recuperado los niveles prepandemia, ya que en mayo de 2019 la cifra fue un 14% superior a la de este año, con 48 195 contratos.
Si bien es cierto que este desfase está presente en toda la población (de hecho, a nivel general las contrataciones han descendido un 24% con respecto a tiempos previos a la Covid-19), en el caso de las personas con discapacidad conlleva el riesgo adicional de un retroceso en su inclusión social. En otras palabras y, más allá de la crisis económica, preocupan las secuelas sociales y/o psicológicas que pueden derivarse de este descenso en las contrataciones.
Así, y, según el Foro Económico Mundial todo lo perdido en 2020 podría recuperarse a lo largo de 2022. Sin embargo, la inclusión social y laboral de las personas con discapacidad es un fenómeno complejo que no puede medirse únicamente en indicadores macroeconómicos. Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: “el incremento del PIB no genera, por sí solo, una reducción de la desigualdad y/o exclusión social, sino que debe ir acompañado de políticas activas de empleo, estrategias de Diversidad e inclusión e iniciativas sociales que impulsen la contratación de las personas con discapacidad, siendo el empleo el único instrumento que garantiza el bienestar social de forma sostenible en el tiempo”.
La transformación digital que se vive actualmente puede ser un gran estímulo para seguir avanzando hacia la recuperación del empleo de las personas con discapacidad. Así lo creen la mayoría de los encuestados, aunque algo más de un tercio discrepa de este planteamiento, como se analiza en el siguiente apartado.
Las Nuevas Tecnologías, ¿aliadas o enemigas?Según las cifras oficiales de actividad, se observa que las personas con discapacidad han estado, tradicionalmente, infrarrepresentadas en el ámbito laboral, con una tasa de actividad muy inferior a la del resto de la población (del 34% frente al 77% general, según el INE). Este dato refleja que 66 de cada 100 personas con discapacidad en edad laboral no tiene trabajo ni lo busca, siendo uno de los grandes desencadenantes el déficit de oportunidades reales de trabajo, ante la ausencia de accesibilidad física, sensorial o cognitiva. En este contexto, la revolución tecnológica tiene un inmenso potencial para impulsar el empleo de las personas con discapacidad, gracias a hitos como los siguientes:
– La irrupción de tecnologías adaptadas y productos de apoyo tecnológicos facilitan las tareas y rutinas de las personas con discapacidad. Por ejemplo, equipos y programas para aumentar la movilidad, la audición, la visión o las capacidades de comunicación.
– La robotización y la digitalización tienen un gran potencial para acabar con las barreras de discriminación basadas en variables como la fuerza física, inercias o roles que tradicionalmente han perjudicado a las personas con discapacidad.
– La consolidación del teletrabajo está permitiendo a las personas con discapacidad desempeñar su puesto de trabajo evitando el factor desplazamiento, que tan costoso resulta en ocasiones.
Preguntadas las personas con discapacidad por esta realidad, la respuesta es contundente: el 68% de los encuestados considera que los avances tecnológicos son grandes aliados para su acceso al empleo. Sin embargo, un 32% ve la oleada de cambio tecnológico con desconfianza y teme que la Inteligencia Artificial perjudique su inclusión laboral. Los que así responden creen que su empleo es ya de por sí escaso, y con el riesgo adicional de que las posiciones que habitualmente ocupan se vean reemplazadas por máquinas. Además, no confían en los algoritmos para evaluar y contratar candidatos, considerando que los sesgos de la Inteligencia Artificial podrían dejarles fuera de los procesos de selección.
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: “hemos de dejar de hablar en términos de destrucción de puestos de trabajo para referirnos a transformación en el empleo. La tecnología no ha venido a sustituirnos, sino a acompañarnos, y nuestro reto es aprovechar su potencial, poniéndola al servicio de las personas. Para ello, es fundamental minimizar la brecha existente, reforzando las competencias digitales entre las personas con discapacidad, así como conectando los ámbitos tecnológicos y social, de modo que toda innovación tecnológica contemple desde el principio las necesidades de las personas con cualquier tipo de discapacidad”.
Asimismo, el directivo añade que: “es necesario modular, en caso de haberla implementado, la automatización de los procesos de selección, equilibrándola siempre con el factor humano. De lo contrario se corre el riesgo de que los avances tecnológicos ahonden la brecha de desigualdad y se refuercen los prejuicios contra los que estamos tratando de luchar”.
La revolución tecnológica al servicio de las personas con discapacidad
Durante los 10 años de realización del presente informe, una conclusión se ha repetido de forma sistemática: las nuevas tecnologías mejoran la calidad de vida global de las personas con discapacidad. Así además de impactar positivamente en su acceso al empleo, los avances tecnológicos facilitan acciones cotidianas -citadas por ellos mismos- como por ejemplo: “la posibilidad de pedir cita médica online, sin desplazarme”, “disfrutar de películas o documentales gracias a la opción de audiodescriptor”, “pedir ayuda tan solo apretando un botón” o “conocer a otras personas en mi situación, de otras ciudades y países del mundo”.
En este sentido, el 70% asegura que las Nuevas Tecnologías han mejorado su calidad de vida global, facilitando su formación, acceso al empleo, ocio o comunicación. Además, el 72% de los encuestados con empleo explica que las Nuevas Tecnologías le ayudan a desempeñar su puesto de trabajo. De ellos, un 18% utiliza productos tecnológicos de apoyo adaptados a su discapacidad (por ejemplo, ratones ergonómicos) y un 9% comenta que ha logrado su empleo actual gracias a la consolidación del teletrabajo en el contexto de pandemia. Por otra parte, 6 de cada 10 utiliza tecnologías convencionales en su puesto de trabajo.
El empleo de las tecnologías adaptadas en el puesto de trabajo varía en función del tipo de discapacidad, siendo más frecuente en el caso de discapacidades sensoriales (51%) o físicas (30%), con adaptaciones como pantallas de gran formato o teclados con cobertor -para evitar pulsaciones involuntarias- y menos habitual en el caso de personas con discapacidad intelectual (3%) o psíquica (1%).
Según Mesonero: “por fortuna, en los últimos años están irrumpiendo numerosas adaptaciones tecnológicas para facilitar la visión, audición o movilidad de las personas con discapacidad. Además de seguir avanzando en estos recursos, uno de los grandes retos es facilitar también la comprensión. La accesibilidad cognitiva es un derecho recogido por las Naciones Unidas al que se debe dar respuesta, con más herramientas para que las personas con discapacidad intelectual puedan comprender textos, carteles o tecnología y acceder al mercado laboral en igualdad de condiciones. Recursos como la lectura fácil habrán de tener un destacado protagonismo en los próximos años”.
La brecha tecnológica, la otra cara de la monedaSegún lo anterior, si se analiza el impacto de la tecnología en el proceso de inclusión, la mayoría de las personas con discapacidad opina que las ventajas exceden, con mucho, a los inconvenientes, siendo aliadas para facilitar la igualdad de oportunidades y su acceso al empleo.
Sin embargo, no todos son luces y la revolución tecnológica también plantea sombras, siendo la más destacada el acceso desigual a dichas tecnologías. Así, se trata de un campo que no deja de evolucionar y no siempre lo hace al compás de las necesidades de las personas con discapacidad. Por ejemplo, durante la última década se han sustituido los ordenadores y teléfonos antiguos por móviles y/o tabletas que no contemplan las características y/o circunstancias de las personas que no pueden manejar una pantalla táctil. Además, la adquisición de nuevas tecnologías no siempre resulta sencilla, en la medida que tienen un coste económico que no todo el mundo puede asumir. Por último, existen otras barreras como la complejidad funcional de algunos dispositivos tecnológicos o el “miedo a lo desconocido”.
Concretamente y, al ser preguntados directamente por el uso y manejo de las nuevas tecnologías, casi la mitad de los encuestados (un 48%) declara encontrar barreras. De este porcentaje, un 45% comenta que le parece “muy complejo y avanzado su uso”, seguido de un 29% que encuentra problemas de accesibilidad, al no poder manejar ciertos dispositivos debido a falta de adaptaciones para su discapacidad. Por su parte, un 24% afirma carecer de recursos económicos para comprar y adquirir nuevas tecnologías y un 16% no confía en lo digital y “tiene miedo” a ser engañado y/o víctima de algún fraude.
2040, ¿década de la plena inclusión laboral?Como ya se ha descrito, la mayoría de las personas con discapacidad (68%) confía en la Inteligencia Artificial como factor de inclusión laboral. Sin embargo, el presente informe ha querido ir más allá y profundizar en cuán lejano perciben el cumplimiento de este reto.
Si bien un 38% de los encuestados cree que la Inteligencia Artificial no conseguirá la inclusión laboral de las personas con discapacidad, un mayoritario 43% opina que durante la década 2040 la mayoría de las personas con discapacidad podrá trabajar, gracias a los avances tecnológicos. Un 9% se muestra más optimista y considera que 2030 será el decenio de la plena inclusión laboral. Por su parte, un 6% cree que el proceso se demorará hasta 2050 y un 4% prolonga la espera hasta los próximos años 60.
Entre aquellos que desconfían del potencial de la tecnología para impulsar el empleo de las personas con discapacidad se distinguen 2 visiones; un 76% de ellos cree que los avances tecnológicos no podrán acelerar este cambio e incluso van a perjudicarlo, debido al reemplazo del factor humano por Inteligencia Artificial. Por otra parte, un 24% considera que, en caso de que la tecnología logre el pleno empleo de las personas con discapacidad, será dentro de mucho tiempo sin posibilidad de comprobarlo.