Durante la jornada han dado a conocer una publicación clave para el momento actual: “Creating Euromediterranean Bonds that Deliver”, un informe elaborado entre el Real Instituto Elcano de Madrid, CIDOB Barcelona y la Fundación Friedrich Naumann, que destaca la necesidad de fortalecer las relaciones de cooperación entre la UE y sus vecinos mediterráneos, como ha demostrado la pandemia de COVID-19, suceso que ha hecho que la sociedad se enfrente a una crisis mundial. Y es que, como destaca, mirando hacia atrás a la evolución de la región solo durante los últimos 15 años, uno se siente tentado a pensar que los países y los ciudadanos de todo el Mediterráneo estuvieron marcados por una sucesión de varias crisis: una crisis financiera y de deuda posterior que se desarrolló a partir de 2007, olas de los levantamientos árabes iniciados en 2011, que no han provocado el avance de la democracia, un posterior aumento de los movimientos migratorios hacia Europa a partir de 2015, la amenaza del terrorismo internacional, el auge del populismo y los resentimientos nacionalistas en varios Estados miembros de la UE y, más recientemente, COVID-19 con impactos sociales esperados a largo plazo.
Ante esta situación, la Fundación Friedrich Naumann ha querido aunar a varios expertos y lanzar este estudio con vías de solución porque según se especifica: “El Mediterráneo es un puente y una acequia, un mar de encuentro entre civilizaciones y, al mismo tiempo, una frontera que separa realidades muy diferentes. Hoy en día, el Mediterráneo es un compendio de casi todos los grandes problemas a los que se enfrenta la comunidad internacional. Los notables y crecientes desequilibrios demográficos y económicos entre sus costas norte y sur, combinados con conflictos sociopolíticos, están provocando una multiplicidad de dinámicas, varias de las cuales representan amenazas para la seguridad y la prosperidad de las personas que viven alrededor de la cuenca del Mediterráneo y más allá”.
Por ello, insta a abordar la necesidad de adaptar la agenda de cooperación euromediterránea a una nueva realidad donde las tendencias preexistentes se han acelerado y están surgiendo nuevos factores. A la luz del 25 aniversario del proceso de Barcelona, el 10 aniversario del levantamiento árabe y los efectos del COVID-19 en ambas orillas del Mediterráneo, este informe conjunto entre el Real Instituto Elcano de Madrid, CIDOB Barcelona y la Fundación Friedrich Naumann busca explorar perspectivas de cambios positivos en el futuro combinando análisis y propuestas con nuevas voces en diferentes áreas de cooperación (paz y seguridad, política y gobernanza, cooperación económica y regional, sostenibilidad, migración, juventud).
Así, este proyecto busca obtener enfoques diferentes y originales de los «Bonos euromediterráneos que cumplen», lejos de las discusiones autorreferenciales en los círculos políticos y académicos, con el fin de cerrar la brecha entre la esfera académica y la político-institucional, el sector privado y la sociedad civil.
Algunas de las conclusiones han sido:
A pesar de los importantes avances en el transporte y la conectividad, la brecha emocional entre Europa y sus vecinos se ha ampliado.La situación regional actual es peor que en 1995: han surgido nuevos conflictos y los antiguos no se han resuelto; la región ha multiplicado el número de refugiados y desplazados internos; se han incrementado las desigualdades entre las dos fronteras, e incluso dentro de cada uno de los países; con pocas excepciones, el respeto por los derechos humanos y las libertades políticas ha disminuido en la mayoría de los países del sur y este del Mediterráneo; y las tendencias antiliberales también se han apuntalado en la UE.
Se está gestando un mundo más fragmentado, pero también cada vez más interconectado e interdependiente. La propagación de la pandemia COVID-19 y el alcance global de sus consecuencias sociales y económicas han sido una realidad, amplificando muchos problemas existentes, entre los que se encuentran las desigualdades multidimensionales (ingresos, género, generacionales, entre otros). Este mundo que se siente más vulnerable es, no obstante, uno que es cada vez más consciente de los grandes desafíos sistémicos que tendrá que afrontar: cambio climático, descarbonización, digitalización, y que la mayoría de ellos requiere la cooperación internacional. La lucha contra la pandemia es uno entre muchos otros temas sobre los que los líderes mundiales tendrán que elegir entre colaboración o competencia.
Para que se produzca un cambio positivo, todos los socios del Mediterráneo deberán dar un salto en términos de inversión en el desarrollo del conocimiento y la creación de oportunidades a través de una mayor colaboración económica. Eso requeriría un enfoque revolucionario para expandir el espíritu empresarial y el adelanto de la mujer, invertir en los jóvenes y colaborar con ellos, así como promover el comercio libre y justo en el Mediterráneo y con otras regiones.
Tres tipos de vínculos económicos podrían tener un impacto directo tanto en la seguridad económica como humana en la región pero éstos requieren reformas institucionales y desafiar la economía política existente:
- 1) Promover la integración comercial a través de redes industriales euromediterráneas.
- 2) Desarrollar vías conjuntas de transición energética.
- 3) Implementar el financiamiento climático para estrategias de adaptación y mitigación.
En lo que respecta a la migración en el Mediterráneo, la prolongada crisis humanitaria deja poco margen para el optimismo. Más de 20000 personas perdieron la vida en este mar entre 2014 y 2020. La solución no es meramente económica sino estratégica y organizativa. Para tener políticas efectivas que estén a la altura de los desafíos actuales, hay que reconocer la integración como un proceso de tres vías que involucra a los migrantes, los países de origen y de acogida. Las organizaciones de la sociedad civil desempeñan un papel crucial intermediario y catalizador. En el contexto euromediterráneo, esto significa más y mejor colaboración a lo largo de las costas mediterráneas. Hasta la fecha, lo que ha faltado es la voluntad política para convertirlos en soluciones políticas sustanciales y efectivas.
La construcción debe avanzar a través de vínculos pragmáticos en lugar de idealistas. Los arreglos de seguridad deben construirse de abajo hacia arriba para incluir a aquellos que estén dispuestos y sean capaces de cooperar. Mientras los recursos sean limitados y el contexto de seguridad demasiado fluido, en lugar de elaborar agendas demasiado ambiciosas y de largo plazo, las iniciativas conjuntas deberían impulsar aquellas agendas de seguridad capaces de agregar valor en el corto plazo. Por último, pero no menos importante, los bonos de seguridad deben entregar bienes tangibles a las poblaciones del Mediterráneo, para que se sientan más seguras juntas.
El Pacto Verde de la UE es una oportunidad única para desbloquear las ambiciones climáticas de las ciudades del sur del Mediterráneo. Sin embargo, esto requerirá otorgar a las ciudades y sus redes un papel central y formal en la diplomacia climática y energética de la UE. Indirectamente, la UE ya se ha movido en esta dirección al abrir algunos de sus programas climáticos urbanos, como el Pacto de los Alcaldes, CIVITAS y la iniciativa 100 Ciudades Climáticamente Neutrales. Para que sean plenamente eficaces, estos esfuerzos deben ampliarse e integrarse en la estrategia de la UE para la dimensión exterior del Pacto Verde. Como una de las regiones más afectadas por el cambio climático, y con fuertes lazos entre ciudades de ambas costas para construir, el Barrio Sur sería un campo de experimentación ideal para tal diplomacia climática multinivel.
En conclusión, las relaciones euromediterráneas han estado estancadas durante las últimas dos décadas bajo múltiples presiones, desde intereses nacionales divergentes hasta tensiones geopolíticas y creciente populismo. Con el inicio de la crisis del COVID-19, se han intensificado, pero la emergencia sanitaria también ha demostrado cómo las ciudades de la región no solo han resistido el impulso de retirarse de la colaboración, sino que han buscado activamente intercambios transnacionales como parte de su gestión de crisis. Durante el año pasado, las ciudades del norte y sur del Mediterráneo, al igual que otras partes en todo el mundo, han colaborado intensamente para compartir experiencias y soluciones sobre cómo abordar la pandemia y sus impactos socioeconómicos a mediano y largo plazo. La rapidez y el éxito con que se implementaron estas alianzas de gobiernos locales fue posible gracias a redes de ciudades bien establecidas y otros mecanismos de cooperación descentralizada.