Un sentimiento de tensión que usualmente se manifiesta como una reacción del cuerpo a una frustración o a una preocupación es el estrés.
En los niños, este cuadro puede ser disparado por un cambio negativo, una enfermedad o un episodio traumático, como es la muerte de un familiar, entre otros motivos.
Según asegura la psicóloga clínica Silvia Fonseca, el estrés puede afectar a la forma en la que un niño piensa, actúa y siente, por lo que resulta conveniente aprender a detectar las señales y los síntomas que provoca. En este sentido, es importante estar alerta a los síntomas de esta afección para poder asistir y orientar a los niños.
¿Cuáles son los síntomas del estrés en los niños?
Los cuadros de este tipo suelen tener manifestaciones físicas que pueden ser fácilmente detectadas por los adultos. Por ejemplo, el estrés puede provocar una disminución en el apetito y cambios en los hábitos alimentarios. A su vez, el dolor de cabeza frecuente, mojar la cama, un malestar estomacal persistente y sufrir alteraciones en el sueño o pesadillas también son signos de que algo está afectando al niño.
Por otra parte, este sentimiento de tensión se puede manifestar de manera emocional. Si un niño está ansioso, preocupado o le cuesta relajarse, es probable que esté estresado. La aparición de nuevos miedos, como por ejemplo el miedo a la oscuridad o a estar solo, también es un signo de estrés.
En este mismo sentido, la incapacidad para controlar emociones, las manifestaciones de rabia y llanto y el comportamiento agresivo y terco son otras señales a las que conviene estar atentos. El estrés puede provocar un cambio en el comportamiento del niño, llevándolo a conductas propias de etapas anteriores en su desarrollo. Esto también puede manifestarse cuando el pequeño se niega a participar en actividades familiares o escolares.
La contribución de los padres cuando los niños sufren estrés
Este tipo de situaciones de tensión forman parte de la vida y todas las personas deben atravesarlas. Los padres, mediante el ejemplo, pueden contribuir a generar un aprendizaje. Cuando los pequeños observan que los adultos mantienen el control y desarrollan conductas saludables, tienen un modelo positivo para imitar.
En este sentido, escuchar a los niños sin criticarles es una buena manera de empezar a resolver los problemas. Al mismo tiempo, mediante la estimulación y el afecto, es posible fortalecer la autoestima de los pequeños.
Ahora bien, si los síntomas de esta afección continúan apareciendo, es conveniente buscar ayuda profesional. Según indica Silvia Fonseca, especialista en este tipo de casos, cuando un niño sufre estrés, muchos de sus problemas pueden solucionarse en pocas sesiones. Una intervención a tiempo durante esta etapa de la vida puede suponer un cambio positivo.