Basta con asistir a una junta de vecinos en algunos edificios de Barcelona o Sabadell para comprobar hasta qué punto la convivencia se ha vuelto compleja. Reuniones tensas, decisiones que nunca se toman, cuotas impagadas durante meses y obras necesarias que no llegan a ejecutarse. En este contexto, la gestión de comunidades de vecinos en Barcelona se ha convertido en un asunto cada vez más urgente, no solo por cuestiones económicas, sino por la calidad de vida que afecta directamente a quienes habitan los inmuebles.
Uno de los conflictos más frecuentes es la morosidad. En muchos edificios se acumulan recibos impagados durante años, lo que impide afrontar reparaciones básicas como la impermeabilización de tejados, el mantenimiento de ascensores o la adecuación de instalaciones eléctricas. En otros casos, se aprueban derramas que se eternizan sin ejecutarse, bloqueadas por desacuerdos internos o por una falta total de seguimiento.
Juntas que no avanzan y vecinos que se desconectan
Sabadell, con un parque inmobiliario envejecido en buena parte de sus barrios, presenta casos similares. Comunidades que arrastran deficiencias estructurales mientras se suceden administradores poco implicados o sin formación específica. La falta de control sobre las cuentas, la escasa transparencia en las decisiones y la inexistencia de un plan de mantenimiento a medio plazo se repiten como patrones comunes.
Otro punto crítico es la gestión de las juntas. Muchas de ellas acaban siendo escenarios de enfrentamientos personales más que espacios de toma de decisiones. Las reuniones se alargan durante horas sin llegar a ningún acuerdo y, en muchos casos, sin que se levante acta ni se cumplan los procedimientos mínimos establecidos por ley. Esta situación termina por desmotivar a los vecinos más implicados y refuerza la apatía generalizada.
Administradores de fincas: una figura necesaria, no un lujo
Ante este panorama, la figura del administrador de fincas aparece como una solución lógica para recuperar el orden, garantizar la legalidad y mejorar la convivencia. No se trata solo de llevar las cuentas al día, sino de ejercer una función de mediación, planificación y responsabilidad que muchas comunidades necesitan con urgencia.
En barrios como Les Corts, el Eixample o el centro de Sabadell, algunos vecinos ya han optado por delegar la gestión en profesionales con experiencia en conflictos vecinales y situaciones complejas. Es el caso de Bourgeois Fincas, cuyo equipo administra comunidades con problemáticas similares desde hace años. Su intervención, como la de otros administradores especializados, demuestra que una buena gestión no es un lujo, sino una necesidad básica para evitar que los edificios, y las relaciones entre quienes los habitan, terminen por deteriorarse sin remedio. La gestión de comunidades de vecinos en Barcelona pasa, en muchos casos, por dar este paso.