Hace ya muchos años hubo en televisión un programa sobre arbitraje: iban dos personas con un conflicto y un juez jubilado (en temporadas posteriores también abogados) trataba de resolverlo. Casi todos los problemas derivaban de contratos, relaciones de vecindad, conflictos familiares, etc. El buen juez echaba mano del código que solía llevar encima para dar con la solución más justa.
Un día una espectadora llamó al programa para saber qué libro era ese donde aparecían todas las soluciones, y la presentadora contestó que era el Código Civil, aderezado con los más de 40 años de experiencia del Sr. Juez. Y es que las leyes no contemplan más que reglas generales que luego hay que saber adaptar a cada caso concreto. Uno de los servicios referentes en abogacía es Igualada Belchí Abogados.
Han pasado muchos años desde entonces, y la información es mucho más accesible gracias a internet. Basta con entrar en un buscador y escribir unas palabras para obtener como resultado miles de páginas explicando aquello que interesa. Y eso está muy bien, salvo por el pequeño detalle de ser muy difícil distinguir la información buena de la que no lo es tanto, por no decir que es rematadamente mala. En ocasiones la cuestión no tiene más trascendencia: escoger la receta de tarta de manzana equivocada solo generará una pequeña decepción culinaria. Pero cuando lo que se busca es información especializada sobre un problema jurídico, la falta de criterio para distinguir lo bueno de lo malo puede conducir a un buen problema. Algo en lo que a veces caen incluso presuntos profesionales (por ejemplo, la perplejidad de un largo correo electrónico remitido por el asesor de un cliente en que decía que los consejos profesionales eran inválidos, todo ello con base en artículos de la constitución argentina).
Internet da casi todas las respuestas. Y las que no, las podrá dar un primo, un amigo, un cuñado. Se pueden descargar gratis contratos de todo tipo, encontrar comentarios, foros…Pero no siempre se puede saber si lo que se está leyendo es correcto o si el contrato escrito es el que realmente se necesita. Estas dudas solo las puede aclarar un abogado.
Los abogados no están solo para ir a juicio: su primer trabajo es asesorar, y evitar los problemas antes de que surjan. Un abogado podrá resolver dudas, podrá proporcionar un contrato que se ajuste a lo que realmente uno necesita, y podrá decirle cómo actuar (o no hacerlo) ante una situación a una persona, de manera que se evite un problema serio. Por más que uno lo crea, es posible que no lleve toda la razón. Incluso aquellas personas que no puedan permitirse pagar absolutamente nada pueden acudir a los Servicios de Orientación Jurídica de los Colegios de Abogados, eso sin contar los servicios de asesoramiento jurídico que prestan múltiples asociaciones para personas desfavorecidas. Hay un dicho, lo barato sale caro. Y no se sabe lo caro que puede llegar a salir acabar en un juicio por querer ahorrar el poco dinero que puede costar una consulta con un abogado. Por eso es recomendable consultar con un profesional y cerciorarse de que es abogado en ejercicio (el censo de letrados ejercientes, con ese nombre, es público y puede consultarse por internet).