‘Verdades y leyendas de un abogado xarnego-catalán; la crónica irreverente de la justicia y la vida.

Editorial Círculo Rojo publica la ácida y entretenida obra de Ricardo Gómez de Olarte, donde la abogacía y el sentido común se dan la mano

CÍRCULO ROJO.- La literatura española recibe con los brazos abiertos un nuevo testimonio que desafía lo convencional: Verdades y leyendas de un abogado xarnego-catalán, escrito por Ricardo Gómez de Olarte y publicado por Editorial Círculo Rojo, ofrece un recorrido desenfadado y mordaz por la vida y experiencias de un abogado que ha transitado por los entresijos de la justicia con una mirada crítica y cargada de humor.

La obra, escrita con un estilo fresco y sin pretensiones de «la gran novela española» (aunque, como reconoce el autor, «quién sabe»), es una colección de anécdotas y reflexiones que alternan entre la realidad y la ficción. El lector tendrá el reto de discernir cuánto hay de verdad en cada historia y cuánto de leyenda, un juego literario que Gómez de Olarte maneja con maestría.

Un relato directo y sin filtros

Ricardo Gómez de Olarte, quien ha colaborado en medios digitales desde 2010 y escribe desde los 17 años, condensa en esta obra sus vivencias profesionales y personales en el mundo del derecho. Con una redacción de fácil lectura y con la intención de entretener, el autor no se anda con rodeos al describir la realidad del sistema judicial, sus personajes y las situaciones absurdas que lo rodean. «Esta obra nació de un cabreo con un gilipollas», confiesa sin tapujos.

El resultado es una narración de episodios autoconclusivos, perfectos para acompañar momentos de espera en juzgados, comisarías o simplemente para disfrutar de un rato de humor inteligente. «Espero poder arrancar alguna risa y más de una sonrisa, entretener al lector y, si se puede, ganar algo de dinero», asegura Gómez de Olarte con su característica sinceridad.

Para lectores con sentido común y buen humor

Esta obra no es solo para juristas, sino para cualquier persona que disfrute de las historias bien contadas, el sarcasmo bien empleado y una visión crítica pero divertida del mundo. No hay tecnicismos innecesarios ni discursos grandilocuentes, solo la narración directa de alguien que ha vivido de cerca lo mejor y lo peor de la justicia.

SINOPSIS

La presente obra tiene como vínculo común una serie de relatos, historias o anécdotas. Algunos están novelados, otros no. Unos pueden ser ciertos y otros, tal vez no. Será el lector quien decida sobre su certeza o incerteza.

Debido al secreto profesional y a la decencia personal, son más las historias que deben callarse que las que pueden contarse. Pero las cosas son como son en el momento en el que lo son.

La pretensión de esta obra es entretener un rato, o a ratos. La ventaja de este formato es que los episodios son autoconclusivos, sin más conexión entre sí que un personaje central que intenta hacer más amena la lectura. Tal vez, incluso, consiga que esos ratos de espera sean más agradables para cualquiera que tenga a quién o a qué esperar.

AUTOR 

Nací durante el desarrollismo franquista de los años 60, dentro de una familia relativamente acomodada, aunque sin llegar a ser rica. Mis padres, ambos universitarios, tenían amigos entre la gauche divine, la plutocracia catalana de la época y personas de diversos ámbitos sociales.

Estudié en Barcelona, en un colegio de curas medianamente liberales para la época, y vi morir a Franco a medio bachillerato. Durante seis años me divertí diciendo que estudiaba la carrera de Derecho y, en el séptimo, en lugar de descansar, me saqué la mitad de la carrera que seguía pendiente. Trabajé como pasante en varios despachos, donde aprendí tanto maldades como bondades.

Monté un despacho con un gran amigo, que alterné con la asesoría jurídica de dos entidades estatales. Allí aprendí muchísimo Derecho y adquirí el suficiente sentido común como para saber aplicarlo.

Mi amigo falleció y, por incompatibilidad con un caso en la Audiencia Nacional, tuve que renunciar a los organismos estatales para buscarme la vida dedicándome en exclusiva al libre ejercicio de la abogacía. Empecé desde abajo y sin máster: siendo abogado de oficio. Podría decir que escogí la especialidad que más practico, pero lo cierto es que fue la especialidad quien me eligió a mí: concretamente, el penal económico.

En general, me defino como un fontanero del Derecho, ya que me llaman cuando alguien tiene una «cañería» que funciona mal y huele peor. Como los fontaneros, en cuanto el estropicio está arreglado, nadie quiere volver a verme porque les recuerdo su memento mori. He llevado algún caso sonado a nivel nacional y otros, mucho más discretos, a nivel internacional.

Me llamo Ricardo Gómez de Olarte.

Última Hora